Pues a lo que vamos; A veces me da por escribir un poco, para mantener una expresión escrita medio decente, porque escucho alguna música que me inspira algo, porque voy francamente pedo, o sobretodo por la conjunción de sendos últimos casos. Si, ya veis por donde va la cosa, voy a soltaros unos cuantos parrafotes de prosa de la mala, queridos y escasos lectores. Si gusta y no recibo excesivas calumnias y denuncias por traumas psicologicos, quiza pongo algo mas de lo que ya tengo escrito.
Esta primera entrada del estilo es algo que he escrito hoy mismo escuchando Eliuveite - Evocation mientras paseaba por la costa. La cosa seria ir poniendo verborreas narrativas y la canción o álbum que las inspiro si se da el caso. Sin mas dilación pego el relato antes de que me pase el cogorcio y me de vergüenza:
El Brujo
En una noche sin luna, un hombre
bailaba alrededor de un fuego en las arenas de una playa. Vestía
solo unos pantalones cortados y sucios, el resto se su cuerpo se
adivinaba moreno y fibroso y las llamas se reflejaban en su sudor
revelando lineas dibujadas en oscura pintura roja en su torso,
espalda y rostro. Una música con profundas percusiones, rítmicas
flautas y ululantes sacos de gemidos sonaba desde algún lugar
guiando el ritmo del danzarín.
Algunos espectadores tempranos atraídos
por el fuego observaron con diversión los primeros movimientos del
hombre, una danza extraña y con movimientos precisos, como una
mezcla de baile y arte marcial. A medida que el hombre daba vueltas
alrededor de la hoguera, la diversión de lo extravagante dio paso a
un estado de sobrecogimiento creciente, encantados, los curiosos
perdieron cuenta del tiempo y del numero de vueltas que el danzarín
daba en sus extraños movimientos.
Cierto sentimiento de terror por lo
sobrenatural trepo por las espinas de los crecientes observadores
cuando. Junto al creciente frenesí del hombre de la playa las llamas
no disminuían con el tiempo, sino que crecían mas intensas y
brillantes, subiendo de forma antinatural hacia el firmamento.
La policía local llegó por el sin
duda ilegal fuego en la playa de la ciudad costera. Hacia ya treinta
minutos que el hombre bailaba, y mucha gente se había acercado a la
playa desde los tenderetes habituales en las poblaciones costeras con
algo de turismo. De los que se habían acercado a observar, ninguno
había marchado, pese a su incomodidad ante un espectáculo que
escapaba su comprensión.
Los agentes que se habían adentrado en
la playa a detener el osado loco que había encendido una hoguera en
la playa, se detuvieron, sobrecogidos al igual que a los otros
presentes por algo que sus sentidos captaban pero su mente rechazaba,
pues parecía ahora, sumando a la extraña forma e intensidad del
fuego, que espectrales llamas surgían de las manos y pies del
hombre, con cada movimiento de sus extremidades estas parecían
cortar el aire dejando un rastro de tenues llamas de un espectro
entre el rojo y el azul, pasando por tonos violáceos.
Solo las insistentes llamadas por la
emisora de los agentes y su responsabilidad para con su trabajo los
hizo acercarse a interrumpir lo que fuera que estuviese haciendo ese
misterioso hombre. Reunida nuevamente su determinación y con cierta
rabia por haberse dejado afectar por el extravagante espectáculo de
lo que debía ser otro perroflauta ambulante queriendo reunir unas
monedas de los turistas, avanzaron con paso forzosamente decidido.
Pero llegado un punto no pudieron
avanzar mas, si bien antes se detuvieron por esa cautela instintiva
de la mente ante lo desconocido, ahora todo su cuerpo se negaba a
acercarse a lo que fuera que estaba aconteciendo ante ellos, se
palpaba una aura de peligro, como la se que siente al acercar
demasiado la mano al fuego o al estar al lado de un abismo. Dos pasos
mas que sus compañeros pudo dar mas el agente mas osado, el precio
del primero fue un sudor frio por todo el cuerpo y, ante su asombro y
terror, lagrimas y temblores derrotaron su avance en el segundo.
Fascinados al mismo tiempo que
aterrados – sobretodo los policías que se habían acercado – los
presentes observaron como continuaba su danza de movimientos místicos
el hombre del cuerpo pintado, sus músculos tensos, algunos de sus
barridos con las extremidades, bañados en llamas sobrenaturales,
imprimían una imagen de arma mortal si hubieran sido usados contra
otro humano, otros sugerían la mas tierna y sensual de las caricias.
La música rodeaba el evento y parecía imposible surgiera del
sencillo radiocasete que ahora se adivinaba cerca de la hoguera.
El recuerdo de la mayoría se pierde en
ese punto, pues la mente de los espectadores colapso por algún
mecanismo de seguridad legado de tiempos remotos. No obstante, antes
de sucumbir al pavor de algo fuera de su mundo, alguno de los
espectadores mas abiertos a lo místico llegaron a ver la bestia
cornuda que se formaba en la alta columna de fuego.